Empatía, competencia clave para construir relaciones humanas efectivas
La gestión de las organizaciones se ha complicado en los últimos años y es cada vez más desafiante, lo que obliga a las personas en general y a los líderes en particular, a desarrollar nuevas competencias, la buena noticia es que las competencias, según nos han enseñado las neurociencias, se aprenden.
El liderazgo es un fenómeno que se completa o concreta, cuando los otros nos hacen líderes, por tanto no hay liderazgo sin seguidores, por lo cual el líder debe ser un hábil relacionador, alguien capaz de construir puentes con los otros, puentes que deberán ser racionales, pero que fundamentalmente deberán ser afectivos. Para lograr ello deberá ser capaz de ejecutar con maestría de violinista eximio, las prácticas que le permitan optimizar sus relaciones: la empatía, la comunicación, la escucha activa, la asertividad, la proximidad, entre muchas otras.
De entre todas ellos, hoy hablaremos de empatía, definida popularmente como la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y, técnicamente, como “participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona”, en esencia, es imprescindible que el líder desarrolle su empatía, se ponga en el lugar del otro, interprete y decodifique lo que puede estar sintiendo, esto es esencial para que se genere química, se ha dicho que los líderes saben interpretar las necesidades de la gente, pero es más profundo, deben poder conectar afectivamente con la gente, recordemos que los seres humanos somos fundamentalmente emocionales.
Lamentablemente, es tanto el egoísmo y el egocentrismo que impera en la gente en general y en los niveles empresariales más profundamente, que se hace casi utópico plantear el tema de la empatía. Hay personas que andan por la vida como si ellos fueran los protagonistas y el resto del mundo meros extras, que sólo justifican su existencia por los servicios que puedan prestarles.
En su obra, “El Poder de la Empatía”, Arthur Ciaramicoli y Catherine Ketcham, exaltan la importancia de ser empáticos: “La empatía es realmente una herramienta para la supervivencia, una capacidad innata de comprender los pensamientos y sentimientos de otras personas y una poderosa fuerza que traemos de nacimiento y que nos inspira a crear amistades más estrechas y comunidades a quienes les importa de los individuos que las componen.”
El respeto por el otro, la preocupación por el otro, el dolor frente a su dolor, la alegría por su alegría y la pena por la pena del otro, son síntomas de empatía. ¿Se emociona al ver una historia dramática en una película?, ¿llora ante la desgracia de otro?, ¿le indigna la injusticia que perjudica a otros? Entonces es empático.
Cuando uno llora o se conmueve en el cine, no es por el protagonista, es porque uno sabe que la ficción nunca supera a la realidad, que lo mismo o peor le sucede a miles de personas y le ha sucedido a millones de personas a lo largo de la humanidad. Es pena humana legítima y de la mejor.
En definitiva, si una persona no logra ponerse en lugar del otro, sentir como siente y razona, es muy difícil entender el impacto de nuestras palabras y acciones sobre ellos. La empatía es un don que muy pocos tienen, pero que todos podríamos tener si nos lo proponemos, es la voluntad por contactarnos con el otro y el afecto por “ese otro” ser humano lo que genera la empatía. Esa química, que ayudará a construir relaciones sólidas, efectivas y de largo plazo.